jueves, 20 de noviembre de 2014

Compartir habitación

Vivía en la habitación con sus dos hijas, convivían en la cocina y el baño con otras dos mujeres más que a la vez vivían con sus respectivos hijos. Pese a compartir las baldas de la nevera, el suavizante de la lavadora y los pelos de la ducha eran muy felices, nunca lo habían sido tanto. El alcohol, los insultos y los golpes ya no acompañaban las cenas y los niños volvían a sonreír. Vestían de corto de nuevo y se volvían a maquillar. Despertaban cada mañana en las cuatro paredes del piso tutelado, el edén que nunca les dejaron soñar.

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