miércoles, 19 de noviembre de 2014

Teléfono

Llamó al trabajo y dijo que se encontraba enferma. El tiempo pasaba despacio y las violentas imágenes de la noche anterior habitaban esa lentitud, gateando entre patadas y súplicas ensangrentadas, buscando a gritos un refugio tras los brazos que apenas podían defenderse de esa violenta masculinidad. Cuando sonó el teléfono supo que era él tratando de encontrar pretextos a la paliza y argumentos en busca de perdón. Con las heridas aún abiertas y una voz cada vez menos temblorosa ella le respondió: la humillación ha de sentirse por los puñetazos que se dan y no por los que se reciben. Tras colgar marcó firmemente el número de la policía.

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