jueves, 20 de noviembre de 2014

El auge de la flor

Sus preciosos ojos habían perdido la vitalidad que conseguía asemejarlos a una de esas verdosas esmeraldas, que relucen inalcanzables tras el escaparate. Las antaño cálidas y sonrojadas mejillas se volvieron frías y moradas al compás que se bañaban en caudalosos ríos cristalinos, los cuales desembocaban en unos carnosos e inertes labios. En ellos discurrían el miedo y el dolor que aquel inhumano monstruo le ocasionaba. Harta de tal situación, decidió actuar y apartarse del camino que años atrás decidió cursar junto al impostor. Con el tiempo, sus ojos volvieron a lucir destellantes y su sonrisa abandonó el manto del olvido. La flor volvió a florecer rebosante de hermosura, aquella que nunca hubo de haber perdido.


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