jueves, 20 de noviembre de 2014

Dónde el grito

Ahogó el grito. Contuvo las lágrimas. Dejó la sangre derramarse por su mejilla mientras le miraba fijamente a los ojos, apenas un ademán acusatorio o de protesta. Él mantenía su respiración entrecortada y todavía los puños alzados. Se mostraba inmóvil ante la pasividad de su mujer, sorprendido por la ruptura del patrón arcaico de comportamiento. ¿Dónde el grito? ¿Dónde la lágrima? Confundido, trató de elevar la mano para rozar su mejilla, sangrante y reprobatoria. Ella se apartó instintivamente.

¿Dónde el grito? ¿Dónde la lágrima que le serviría a él de reacción y búsqueda del perdón?

Caída, desplome, derrumbe. Su mujer, sangrando ahora también por los orificios nasales, se encontraba en el suelo. Nunca más existiría el grito o la lágrima.

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