Hace poco más de un año, mientras paseaba a mi perro, oí los grutos de una madre y un hijo; sobre todo los insultos irrepetibles del hijo a su madre y las amenzas y ruído de muebles y otros objetos cayendo. Cuando regresaba, después de cinco minutos todavía se oían los gritos, entonce me crucé con una vecina mía, le hice un gesto con la mirada señalando la ventana de donde procedían los gritos y ella paseó por los labios los dedos índices y pulgar unidos por la yema, como si estubiera cerrando una cremallera.... seguimos nuestro camino.
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