miércoles, 12 de noviembre de 2014

Pero la calle es suya

Sentí que me seguía. Giré mi cabeza como si espantase un insecto molesto y ahí estaba. Varios pasos detrás, caminando por la acera de enfrente. Saqué mi teléfono del bolsillo como si hubiese recibido una llamada y sonriendo busqué el banco más próximo. Me refugié en el cajero automático mientras llamaba al 091.
Le di a la policía la descripción de la persona que me acosaba. Expliqué una vez más la sentencia judicial de alejamiento.
Sabía que seguía ahí. ¡Mirándome! ¿No me había hecho, ya, suficiente daño?
Llegó la patrulla con las luces y la sirena.
Una vez más, había desaparecido.
En casa me siento mejor… pero la calle es suya.
¿Cuánto tiempo más será suya?


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