Todos los meses me quita la pensión hasta el último céntimo, pero con ochenta y cinco años, ¿qué puedo hacer ya doctor? – D. Basilio miraba con estupor a su temblorosa y artrítica paciente. Giró su silla y meditó. Se levantó e inclinándose hacia su canoso moño, le susurró que aguardara.
Se dirigió a la vieja casa de Francisca, reconoció al pronto su deslustrada y resquebrajada fachada; accedió al interior, austero, lúgubre y sombrío. Quedó aterido de frío, tal como ella le había contado.
Encendió el hornillo y arrimó un oxidado puchero con parvas semillas. Regresó.
–Su hijo encontrará todo dispuesto, señora Francisca, usted, véngase conmigo que hoy comerá caldereta de mi esposa y después, ya veremos… -
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