"Yo seré el papá y tú serás la mamá", me dijo un día. Creamos nuestra casita debajo del tobogán. Yo cocinaba. "¿Te gusta, mi amor?". Me respondía que sí, que estaba delicioso. También hacíamos como que bebíamos café juntos, como los mayores. Él se iba a trabajar al columpio mientras yo barría debajo del tobogán. A veces también jugábamos a discutir. "¡El pollo está frío!", gritaba él. Yo me reía de la cara que ponía cuando se hacía el enfadado. "¡Pues cocina tú", respondí aquella vez.
Entonces llegó el golpe. La bofetada en la mejilla. El no entender. "¿Qué haces?"
"Los hombres de verdad no recibimos órdenes. Es lo que siempre dice papá".
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