miércoles, 12 de noviembre de 2014

La jaula dorada

Ella se enamoró de su colorido plumaje y comenzaron un nido de amor que pronto se convirtió en una jaula dorada de dolor. Con las alas atadas por el resistente hilo del miedo, ella permanecía oculta entre las sombras de su reino sin mirar al exterior. Él se pavoneaba abriendo la cola, presumiendo de su férreo mandato.
Un día, ella se armó de valor y, escabulléndose de su umbrío refugio, contempló extasiada un mundo desconocido.
Despertó.
Rompió su prisión desligando sus alas, extendiéndolas hacia el cielo. Entonces, el terror a lo desconocido la subyugó y a punto estuvo de retornar. Pero prefirió quemarse junto al sol, cual Ícaro alado, que permanecer un día más en aquella jaula de perdición.

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