lunes, 10 de noviembre de 2014

El único disparo

El joven cogió su arma favorita y se acercó al lugar en el que se encontraba su novia. Se colocó detrás suya, a unos viente metros de distancia, y procuró situarse de un modo con el que no pudiera ser detectado. Después, agarró el aparato, alzó el cañón y apuntó para no fallar el disparo. Entonces, apretó el botón y logró lo que deseaba: una fotografía de su amada admirando el sol mientras comenzaba a ascender durante los primeros minutos de la mañana. El chico sabía que había realizado el único disparo que se podía merecer la mujer de su vida: el de una cámara con el fin de captar su belleza en un hermoso momento regalado por la naturaleza.

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