No hay derecho, esa situación colmaba mis sentidos, jamas hubiese podido imaginar que el daño ajeno pudiese extrapolarse de tal modo a otra persona, pero era cierto.. Mi piel no delataba físicamente las secuelas de tal daño infligido, pero podía sentir por dentro como el dolor y el quemazón de aquellos golpes fuesen en mi ser, siendo en realidad una escena vista en piel de mi madre. Aquella mañana desperté para preparar a mis padres un desayuno en su cama, encaminada hacia su dormitorio escuché altos tonos de voz y gritos, que provocaron la caída repentina de mis emociones, mi madre sufría el golpe, grabando injustamente ese trauma emocional en mi vida para siempre, no hay derecho...
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