lunes, 26 de noviembre de 2018

Te veo


Al comenzar el cómic, somos una pareja feliz. Esa alegría se consolida en las viñetas siguientes. Tanto, que en la segunda hoja compartimos un pequeño piso bosquejado al gusto de ambos. 

Con la convivencia, él empieza a tratarme como si yo fuera un monigote, consigue una goma y me borra la sonrisa. Un día, se arrepiente, intenta dibujármela de nuevo, pero la punta del lápiz ya está clavada en mi corazón y le sale con gesto triste. Me la tacha. Vuelve a borrármela. Y cuando intenta redibujármela, sólo logra emborronarla. 

En unas semanas, me siento vacía, nada, como si habitara una viñeta en blanco. El mismo blanco que me permite pintar una realidad nueva donde no hay sitio para él.

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