lunes, 26 de noviembre de 2018

Entre líneas

Y llegó el día en que se graduó, con honores, pero su mirada seguía vacía.

Fue la primera en llegar a lo más alto de su carrera profesional, pero seguía con una sonrisa ensayada.

Logró todo lo que de pequeña había soñado. ¡Todo!

Pero era consciente de que, sin el respeto del resto, ella sólo era un saco de boxeo al que golpeaban cada vez más fuerte.

Insultos por no ceder, halagos por probar suerte, puñaladas por la espalda, violaciones de todos su derechos, y un largo etcétera que acabó cuando uno de aquellos desgraciados cruzó la línea en que la violencia de género deja de ser invisible.

—Tenemos un nuevo cadáver, señor.

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