Para perdonar hay que olvidar. Yo no puedo olvidar, de lo contrario, caería de nuevo en tu trampa. Las telarañas que tejes son complejas. He tardado mucho tiempo en aprender a desenmarañarlas.
Todo empezó aquel verano. Nuestros cuerpos se llamaban. Me enamoré de ti como jamás me había enamorado. Tus labios carnosos, tus manos grandes que me arropaban y tu carácter varonil me fascinaron. Al principio pensé que era eso, carácter.
Ayer, me cruzaste la cara con tu enorme mano únicamente porque quería salir a cenar con mis amigas. Esta mañana me pedías perdón antes de irte a trabajar.
Cuando vuelvas a casa sentirás cada golpe que me has dado, sin embargo, el más duro, será uno, la soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario