lunes, 26 de noviembre de 2018

Perdonar sin olvido

Para perdonar hay que olvidar. Yo no puedo olvidar, de lo contrario, caería de nuevo en tu trampa. Las telarañas que tejes son complejas. He tardado mucho tiempo en aprender a desenmarañarlas.

Todo empezó aquel verano. Nuestros cuerpos se llamaban. Me enamoré de ti como jamás me había enamorado. Tus labios carnosos, tus manos grandes que me arropaban y tu carácter varonil me fascinaron. Al principio pensé que era eso, carácter. 

Ayer, me cruzaste la cara con tu enorme mano únicamente porque quería salir a cenar con mis amigas. Esta mañana me pedías perdón antes de irte a trabajar. 

Cuando vuelvas a casa sentirás cada golpe que me has dado, sin embargo, el más duro, será uno, la soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario