lunes, 26 de noviembre de 2018

Victoria

Tras el portazo, la sangre se diluyó entre lágrimas, creando una viscosa amargura que olía a eternidad. Se dejó abrazar por la suavidad del pañuelo, su único amigo, su fiel confidente, su único consuelo. Le daba la ternura que su marido le prometió, la fuerza para sobrevivir hasta que volviera. Pero no soportó más esa ayuda que el tiempo convirtió en cobardía. Le dolió rechazar su caricia, le costó dejarlo deslizar hasta impactar con el suelo. La sangre reapareció, pero un nuevo amigo se encargaría de remediarlo para siempre. En la flaqueza subsiste la energía suficiente para un último intento de victoria… y la encontró. Pulsó las tres cifras de la esperanza, y una voz sonó para salvarla.

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