lunes, 26 de noviembre de 2018

Bendita lluvia

Sería esta noche. Bajo una lluvia torrencial. Mejor. La lluvia que le calaba los huesos sirvió para aguijonearla hasta la médula, horadando capa tras capa su maltrecha dignidad. Primero la más dura, la resignación, luego la aquiescencia, la sumisión, la culpa. Por último, el miedo. Por fin la lluvia llegó a su corazón, donde halló una fuente infinita de amor incondicional hacia sí misma, hacia su sufrimiento. Allí encontró el coraje necesario para escapar. Corrió hasta que sus piernas resistieron.

La lluvia en su cara, y sus propias lágrimas, limpiaron las viejas heridas. Primero escocía, después fueron el bálsamo para aliviar su dolor. La lluvia, la noche, benditas cómplices y compañeras en la huida hacia la liberación de su verdugo.

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