lunes, 26 de noviembre de 2018

Barro

Ana se mira las manos llenas de barro. Disfruta del roce viscoso y suave. Se funde con él, hace figuras que solo ella entiende… Llena un vacío que cree existente en su interior.

No lo espera, pero se torna duro sobre las palmas de sus manos, le impide mover los dedos. Se siente atrapada por el elemento que la hacía sentir, hasta hacía nada, tan plena, y trata de quitárselo como puede. Siente cómo se extiende bajo sus uñas, cómo trepa por sus muñecas, asfixiando sin piedad su cuerpo. 

Ya no puede moverse, está aprisionada, sofocada, en silencio… Y grita. Grita tan fuerte que el barro se rompe y se libera. 

Respira. 

Pero se ha llevado su inocencia.

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