Nada es mío si todo es tuyo, sollozó.
Al alba la cama se encontraba vacía, con las sábanas frías del abandono, marcadas por el rastro dejado por el cuerpo malherido, sin fuerzas.
No ha podido ir muy lejos, pensó.
Se puso las botas y salió al camino.
Siguió sus huellas en el barro, como a la noche lo hubiera hecho su mano azotando despiadadamente su cuerpo.
Siguió su rastro entre la abandonada maleza.
En el camino, se tropezó con seres que salieron a su encuentro, que dirigieron ferozmente su mirada fija e inamovible a sus manos.
- Andrés vuelva a su celda.
- Ya nada es suyo, si no aceptas un NO, contestó.
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