viernes, 9 de noviembre de 2018

Eva

Con solo 9 años, Eva ya se dio cuenta de que algunas cosas no le gustaban nadita. Aun era algo pequeña para nombrar eso que se le ponía entre el pecho y la panza, como una piedra. Cuando más sentía ese nudo era cuando le decía a su abuela que le daba gustito frotarse con la cortina mientras se colgaba de ella, y su abuela le decía que eso era de niñas guarrillas. Menos mal que su mamá la ayudaba a expulsar esa piedra: le explicaba que sentir gusto en el propio cuerpo cuando te lo haces tú misma es maravilloso. Eva adoraba a su mamá, porque le había regalado las gafas violetas, aunque ella eso aun no lo sabía.

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