Nadie tiene el derecho de obligarnos a dejar de asumir nuestra propia identidad. Algunos hombres tienen la sensación de tener atados lo que entrecruzan sus manos, sus brazos, sus cerebros. Por eso, muchas mujeres nos dificulta pasar a un punto de valentía, no tanto prefigurado en las propias fueras sino en la lucha libre y profunda.
No, no es una crisis matrimonial, ni de pareja. Son lágrimas silenciosas derramadas con el tiempo, calladas no por ausencia de sollozos, insultos, bofetadas y suspiros sino temerosas por la ignorancia que se les procesa.
¡ Maldigo la violencia que muestra mis manos temblorosas y las tuyas sedientas!
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