lunes, 9 de diciembre de 2019

Horror

Estaba oscuro y hacia frío.

Las mantas que formaban un ovillo a mi alrededor lograban darme calor, pero eran incapaces de alejar de mí los gritos y el horror.

Tampoco aislaban la peste a alcohol barato que se colaba por debajo de la puerta de mi habitación, cerrada a cal y canto.

Cuando el calor del sol que atravesaba el grueso cristal me obligaba a abandonar mi refugio por la mañana, siempre encontraba la misma escena; a mi padre dormido sin preocupaciones, y a mi madre velando su sueño, con cara de comprensión.

Pero yo no entendía nada, nunca lo haré.

Aún hoy, duermo hecho un ovillo, para no olvidar el horror de la violencia de genero…

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