lunes, 9 de diciembre de 2019

Fantasma Paternal

La locura y el desenfreno me hicieron esto. Por no tomar precauciones. Por permitir que me obligara a ello. Maullé y gemí, pero nadie escuchó mi súplica. Nadie acudió en mi rescate, por fuerte que gritase. Su compás fue furioso y rudo, sentí en mi piel aquel olor a pescado podrido que manaba de la afilada boca de mi captor. A los pocos meses, de mi barriga salieron en tropel una camada de hijos e hijas con su misma cara, su mismo pelo, su mismo hocico, y su mismo ronroneo. Pero algo en sus sonrisas y bigotes rizados me hicieron sentirme diferente. Sé que mis hijos no le querrán. La condena de ese gato violador es la soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario