miércoles, 11 de diciembre de 2019

Ni mérito, ni culpa

El cuerpo no pesa. Avanza, tranquila, a merced de una corriente cómplice. El bamboleo de sus pies le acercan al tesoro. Herencia fenicia ante sus ojos. En la popa de aquellos restos sumergidos, se acurruca, lejos del pirata que atormenta su alma. Una paz que no barrunta ni méritos ni culpas. Una paz a solas. Una soledad suya. 

La lluvia sobre los cristales despierta su sueño. Los pies, implorando silencio, se acercan a la ventana. Ve cómo el agua, furiosa, hace tiritar al mar de sus amores, a ese que guarda su refugio. El llanto ahoga por última vez su garganta y, en perfecto camuflaje con aquella respuesta del cielo, sale de casa y se funde con el mar.

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