lunes, 9 de diciembre de 2019

Rosa

Tus manos duras, tus músculos fuertes, tu altura mas grande eran el argumento de tus golpes, tus gritos, tus menosprecios que me arrancaban lágrimas y me hacían sentir culpable. La rosa del principio ya no la recuerdo, se marchitó mucho antes de ser testigo de como la espina de tu crueldad brotara y me hiciera sangrar una y otra vez cuando ya era tuya, alejada de los que me querían, de los que me protegían, de los que sufrían impotentes por mi ceguera. Pero eso acabo el mismo día que tu insignificante mente despertó poniendo fin al dolor de la conciencia. Ahora una preciosa rosa blanca luce frente a mí y en mi lapida pone "mamá, te queremos".

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