Se llamaba Macarena, trabajaba en la plaza y donde la llevasen. Cada día rondaba los diez "servicios". Todos los días. Macarena: mirada perdida, mente distraída. Sentía frío, sentía nada. Tenía necesidad, mucho que pagar.
Tú te llamas Roberto y volvías cada lunes. Le pedías que te hiciera lo de siempre. No te sentías mal porque eras educado. Le ayudabas a subir al coche, algún día le hiciste reír. Decías que ella te ayudaba a desahogarte y tú le ayudabas a pagar sus gastos.
Poder, podías. Ella lo intentaba. Intentaba vivir pese a todo.
Los que pensabais que le dabais de comer, podéis iros a dar de comer a las gallinas. Ni se te ocurra decir «Yo siempre la traté bien».
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