Lloro con los espacios que JCDecaux no consigue llenar en las estaciones de metro.
Lloro porque hace años que no abro una noche de hotel con una tarjeta magnética.
Lloro con el corazón contento de Marisol y las canciones de 1981 que youtube pincha aleatoriamente (fue el año en que nací).
Lloro porque mi casa se derrumba y ya no soy capaz ni de verme en la película.
Lloro porque tenía derecho a envejecer con el hombre al que quería y el hombre al que quería me congeló con su lengua de piedra.
No lloro porque haya muerto, sino porque soy una víctima. Porque no soy libre y, por tanto, no he nacido.
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