El hombre leyó la página de Facebook de su ordenador y se mordió los labios. La puja se le estaba yendo de las manos. Miró una vez más la foto. No podía dejar escapar la ocasión, así que añadió una vaca más a su puja particular, que quedó en ocho mil quinientos euros y cinco vacas. Mientras el excitado pujador esperaba el resultado final, en un rincón de una choza, una adolescente, ignorando que era un objeto pasivo de las nuevas tecnologías, aguardaba, a su vez, la llegada exultante de quien habría de convertirla en su décima esposa, en su décima, ay, esclava sexual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario