miércoles, 4 de diciembre de 2019

Y parecía un señor

Unas voces procedentes del exterior me despertaron de la siesta. Me asomé a la calle. El vecino de enfrente, Calisto, de unos setenta años, estaba en plena trifulca con dos jóvenes que viven a su lado. Los gritos de Calisto —acompañados de palabras ensuciadas de barro— hicieron que interviniera para impedir el altercado que estaba a punto de estallar. El viejo acusó a la chica de rayar su coche. En un impulso de ira, el anciano cogió su bastón para agredirla. El novio y yo fuimos a impedirlo, pero antes de alcanzarlo, cayó al suelo. 

Ya aguanté durante muchos años tus golpes, pero no consentiré que maltrates a una niña, dijo la esposa sujetando un trozo roto de un jarrón.

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