Sentada junto a la mesa de la cocina, con la mirada perdida, está ella, asiendo con ambas manos una humeante taza de café. Apenas consigo reconocerla. ¡Con lo guapa que era! Un inmenso cardenal destaca sobre su pómulo derecho, abarcando gran parte de su rostro. A la vez, un profundo corte en el labio inferior todavía chorreante de sangre, deja entrever la brutal paliza recibida la noche anterior. Nos fundimos en un conmovedor abrazo.
- ¿Te duele? - Pregunto.
Ella asiente.
- Entonces, ¿por qué te pega? ¿Por qué te pega papá si sabe que te hace daño?
Espero su respuesta, mas sólo obtengo silencio.
Ella asiente.
- Entonces, ¿por qué te pega? ¿Por qué te pega papá si sabe que te hace daño?
Espero su respuesta, mas sólo obtengo silencio.
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