viernes, 24 de noviembre de 2017

La savia silenciosa

Como todos los jueves se acercó y tocó suavemente su piel rugosa. Mientras deslizaba la palma de su mano y notaba una zona más húmeda y otra más seca, le contó todo lo que le había ocurrido recientemente: los problemas con Manuel, la desesperación por la infructuosa búsqueda de trabajo, la apremiante necesidad de cambiar de vida. De repente, en una de las caricias, se quedó con un trozo de aquella superficie centenaria que cada semana acogía, inmutable, las lágrimas de su desesperación . Y entonces, como si de una improvisada nana se tratara, intentó susurrar los versos que siempre creyó inspirados por el roble amistoso cuya vieja savia rebosaba comprensión: "¿Los árboles serán, acaso, solidarios?". Ella sí estaba segura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario