viernes, 24 de noviembre de 2017

Adiós

Él nunca me pegó. Todos tenemos mal genio alguna vez … El agua está muy fría, ¿para qué me he quitado los zapatos? Menos mal que le puse la comida al gato. Me hundo, es rápido si me dejo llevar. Desde que se fueron los chicos, dejó de hablarme: una palmada en la mesa significaba hambre; un puñetazo, prisa. Un mal día, el plato estampado en la fregadera.
Siempre tuvo buen gusto para todo, por eso, desde novios, elegía mis vestidos, y pagaba él, porque sabía mucho de números. Pero nunca me pegó.
El agua ha entrado en mis pulmones, como entraron la soledad y la tristeza, sin darme cuenta. Aunque nunca me pegó.

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