viernes, 24 de noviembre de 2017

Cursiva

Aquella noche de verano, después de hacer el amor con desgana, su marido se levantó de la cama y empezó a nivelar los cuadros del dormitorio. En ese momento su mujer no le dio importancia, pero al día siguiente puso rectos todos los cuadros y espejos de la casa, y los de su hermana también cuando fueron de visita. Al poco tiempo empezó a echarle la bronca por caminar con los hombros caídos o por no sentarse recta, tal era su obsesión. Desde entonces, sus días de vino y rosas se agriaron y marchitaron. Muchos años más tarde, una anciana encorvada se cuela por la noche en el cementerio del pueblo; nadie advierte que ha torcido una de las lápidas.

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