domingo, 26 de noviembre de 2017

Una nueva vida

La miró fijamente a los ojos. Percibió una mirada aterrada, presa del pánico. Vio como ella, se abrazaba las piernas, moviéndose hacia adelante y atrás, instintivamente, rítmicamente. No hablaba, solamente dejaba correr sus lágrimas por las mejillas, fuertemente enrojecidas por el golpe recibido.
Ella, sentada en la acera, tapada con una manta, estaba rodeada por desconocidos. A pesar de ser extraños, se dejaba cuidar y se sentía protegida. Él los reconocía, ángeles.
El miedo de su madre, aminoraba, o eso, al menos percibía.
Miró a otro lado y vio, como su padre, iracundo, ido, se alejaba en coche patrulla. Ya no les haría más daño.
Entonces Raúl, a sus escasos tres años, sintió, por primera vez, confianza, fuerza, poder.

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