Cuando terminó de darle la paliza se quedó en el umbral de la puerta observándola. Ella lloraba mientras recogía su nueva falda, ahora rota. Él con dolor fingido le decía: "Me duele a mí más que a ti".
- No vuelvas a vestirte como una puta- Sentenció.
Ella observaba los moratones de su rostro en el espejo. Mañana tampoco podría ir a clase.
El cerrojo de la puerta se descorrió. Los padres de él llegaron. Cuando la vieron le dijeron con frialdad: "Llamaremos a tu casa. Diremos que te quedas a dormir".
Ella escuchó cómo, desde el salón, el comisario le decía a su hijo que llevase más cuidado la próxima vez, que había hecho demasiado ruido.
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