¡Qué asco de croquetas! ¿Quién enseñó a cocinar a esta mujer? Su madre, claro. De aquellos polvos estos lodos. En cuanto entre por esa puerta le voy a cantar las cuarenta. ¡Que se las coma ella! Pero si no sabe ni planchar, la perra. Lo único que sabe hacer es rajar con la vecina, ponerme verde en cuanto me doy la vuelta. Ahí estará ahora, con sus lágrimas de cocodrilo porque hace un rato le di un bofetón. ¡Si me quejara yo! Pero yo no, yo me callo. Y ahora va y llama al timbre, es que no es capaz ni de coger la llave. ¡Me va a hacer levantarme de la mesa!
–¡Policía, abra la puerta!
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