Aquel día se respiraba en la urbanización un aire denso, cargado de fatalidad. Los vecinos habían salido de sus casas y comentaban en corrillos el espeluznante suceso, algunos con auténtica aflicción, otros ávidos de tener un asunto tan suculento para desmembrar con sus lenguas viperinas.
La mujer que vivía en el número 29 de la calle había sido estrangulada por su marido y este se había entregado a la policía horas después. Empezaba a oscurecer y el cielo se tiñó de un rojo gélido e intenso, como el color de los geranios, de las fresas y de las amapolas…
La mujer que vivía en el número 29 de la calle había sido estrangulada por su marido y este se había entregado a la policía horas después. Empezaba a oscurecer y el cielo se tiñó de un rojo gélido e intenso, como el color de los geranios, de las fresas y de las amapolas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario