lunes, 25 de noviembre de 2019

La mano

Escuchaban las palabras de negra sangre golpear sus venas. El féretro de sus ojos era visible para todos, cómplices de aquellos golpes lingüísticos. Nadie alzaba la mirada e interponía su mano para parar la lluvia de sangre, como un paraguas de salvación. Y ella, en su mundo de monstruos, temblaba incapaz de huir. ¿Adónde? La encontraría y la sumergiría en el pozo con el que siempre la amenazaba.

Pero un día una mirada la vio. Una mano apretó sus dedos, tiró de su alma para sacarla del fango asesino, y formó una pared entre ella y su verdugo. Sintió que una coraza la envolvía y la protegía. Y por fin, después de muchos años, respiró la vida.

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