lunes, 25 de noviembre de 2019

Carta genética

En su cuerpo vivían dibujados recuerdos indelebles del sufrimiento durante su matrimonio. Antes que ella, su propia madre fue víctima de la misma suerte siniestra, que se grabó en su memoria con la tinta del miedo.

Soportaba aquella injusta penitencia y le dolía pensar que su sino no era más que una inicua carga genética heredada de su madre y también heredaría su hija. No era muy creyente, pero rezó para que el fruto de su vientre encontrara un amor sin dolor. 

Y así fue. No hubo ninguna herencia genética perversa. Sólo hubo un cambio de rumbo en la conciencia de las nuevas generaciones.

Porque estas comprendieron que no hay amor sin respeto.

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