jueves, 28 de noviembre de 2019

Esperanza, 21

Con el pulso aún tembloroso giró el pomo de la puerta. Entró. Una sombra se removía en la penumbra. Se hizo visible. El desconocido se abalanzó hacia ella sin mediar palabra, y la abrazó. Después se apartó apenas, la miró a los ojos, y dejó escapar palabras nuevas en voz baja. Entonces su mirada líquida, acostumbrada, buscó el suelo, y tropezó con sus propias manos, cuyas líneas parecían desdibujarse y recomponerse en busca de nuevos caminos. 

En el exterior aguardaba Sara, incrédula, repasando con las yemas de los dedos la pintura rugosa del cartel: Entrada de Emergencia.

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