Susana sale del baño y se encuentra una nota boca abajo sobre el teclado del ordenador. La casa, vacía de muebles y recuerdos, está en silencio. Con la espalda rígida y la piel erizada, contiene la respiración mientras el corazón se le acelera. Por fin se atreve. Agarra la nota como si fuera una bomba y le da la vuelta. Tres palabras.
No sin mi.
Aterrada, se le saltan las lágrimas. Todo el cuerpo le duele de la tensión. Nota un aliento en la nuca y grita sin poderlo evitar. Su chillido se ve interrumpido por el sonido de un balazo, y la sangre, sobre la pantalla, salpica el borrador de su sentencia de divorcio.
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