lunes, 7 de noviembre de 2016

Sangre lacerada

Voy caminando por las calles, silenciosa, con la cabeza agachada: sangre lacerada de heridas, como las que surcan mi cuerpo. Llevo unas gafas obscuras para que nadie pueda ver los ojos morados, como si fuera yo la culpable.

Pero el recuerdo de aquel noviembre está marcado en el marchito y amarillo calendario con sangre lacerada que mana de la herida de mi alma. ¡Maldigo el día en que te conocí!, en que dejé de ser yo misma e hipotequé todo por estar a tu lado. Y hoy, recordando aquellos días, me duele hasta el aliento. Voy clamando y ecos de oídos sordos. Mi clamor se pierde en el espejo, en potente estertor eterno de la violencia de género.

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