miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cada noche igual

Ana y tu hijo esperaban el momento de tu llegada, pendientes del reloj, angustiados. Un escalofrío recorría sus cuerpos cuando escuchaban el sonido de la llave introduciéndose en la cerradura… Sabían que durante la cena utilizarías cualquier excusa para menospreciar a Ana, para ridiculizarla, para culparla de todas tus represiones.

… Y al día siguiente llorabas como un niño en su regazo, prometiéndole que no volvería a suceder. Después del trabajo le traías un ramo de flores y le volvías a repetir aquella frase: «No volverá a pasar, te quiero».

Pero esta noche es diferente. Esta noche no hay nadie, la casa está vacía.

Te has quedado solo.

Como todos los que nunca aprendieron a amar.

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