jueves, 24 de noviembre de 2016

La cruda realidad

La muñeca sin manos cerraba fuertemente los ojos mientras sus muñones rosados acariciaban el lomo de la pantera de trapo cubierta de esos cardenales oscuros que pasaban por manchas. La liturgia se repetía así y no de otra forma según escuchaban al “Pocoyó” entrar en casa y dar el portazo de todas las noches, una vez el día lo había derrotado. Esta noche en cambio el portazo se había convertido en llamada, suave, casi tímida en su resolución. En el rellano la pareja de peluches del cuarto rogándole que bajara con ellos a su piso, al menos para calmarse lo suficiente para poder llamar al 016 y encontrar detrás del mismo un horizonte.

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