jueves, 24 de noviembre de 2016

El deber

A Elías se le cerraban los ojos. En el vagón viajaban cuatro personas más: una madre con un niño y dos chicas adolescentes. Entonces, el tren paró y se subió una pareja. Los gritos de él sacaron a Elías de su letargo. Llamó "puta" a la chica y la zarandeó. Elías tuvo miedo de intervenir; el tipo medía cerca de dos metros y parecía peligroso. Amenazaba con golpear a la chica con el puño cerrado mientras ella lloraba. La madre y las dos adolescentes miraron con ojos suplicantes a Elías, que sólo deseaba llegar a la próxima estación, la suya, para bajarse. Por fin, el tren paró y las puertas se abrieron y luego se cerraron. Nadie subió. Nadie bajó.

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