En su garganta, bocanadas de aire se ocupaban de acariciar ese persistente nudo cada día más doloroso.
La ligera brisa que entró por la ventana le recordó al agitado y discreto aleteo de los colibríes. Imposible que no quisiera sentirse uno. Volar y mantenerse firme en su propia lucha por la supervivencia. Tener un diminuto corazón emitiendo 1200 latidos por minuto para ser huésped entre suspiro y suspiro de la flor que contuviera el mejor néctar. Ser un reflejo exótico y fuerte de fragilidad en estado puro y de pureza en estado frágil.
Imposible que el agitado aleteo no la devolviera a la realidad cuando el aire no era aire sino compasión en soledad, duda en suspensión, entelequia al respirar.
La ligera brisa que entró por la ventana le recordó al agitado y discreto aleteo de los colibríes. Imposible que no quisiera sentirse uno. Volar y mantenerse firme en su propia lucha por la supervivencia. Tener un diminuto corazón emitiendo 1200 latidos por minuto para ser huésped entre suspiro y suspiro de la flor que contuviera el mejor néctar. Ser un reflejo exótico y fuerte de fragilidad en estado puro y de pureza en estado frágil.
Imposible que el agitado aleteo no la devolviera a la realidad cuando el aire no era aire sino compasión en soledad, duda en suspensión, entelequia al respirar.
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