miércoles, 23 de noviembre de 2016

Libre

Tirada en el rincón de la habitación, observa como el reloj de pared marca cada segundo, cada minuto, cada hora... No respira, simplemente llora. Y como una llama que poco a poco se va extinguiendo, comienza a perderse a sí misma.
Cada día, contempla ese gran espejo que hay en el dormitorio, el único que sabe lo que realmente pasa allí. Y lo mira, lo mira a todas horas, sueña con él, se funde en su reflejo frustrante. Pasan los días pesadamente y cuando está a punto de rendirse, el espejo está roto. Sus manos sangran, pero el espejo está roto, y eso es lo importante. Nadie pasaría por lo que había vivido.
Ya era libre, ya eran libres.

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