lunes, 7 de noviembre de 2016

Bodegón

Saltó por la ventana. Sería muy rápido: solamente habría de esperar recorrer los cinco pisos que le separaban de la acera gris.
   Cerró sus ojos, llenos de lágrimas, por última vez.
   Su ex-mujer yacía muerta en la cocina. Trenta cuchilladas se habían encargado de ello. Había algunas frutas esparcidas por el suelo y trozos de cristal de una botella de vino, huellas, en definitiva del forcejeo, de la intensa pelea que había habído en el lugar durante la última media hora.
   Ella, años atrás, le había perdonado sus primeros insultos. Nunca denunció ninguna de sus agresiones físicas. Pero haber sido asesinada tal vez no se lo pudiera perdonar nunca: la existencia de Dios no es algo demostrado.

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