lunes, 7 de noviembre de 2016

La noche del valor

Mi tía se presentó en casa. Con su hija de tres años en brazos y dos bolsas llenas de ropa. Mi tía no dijo nada. Se abrazó a mi madre. Se dejó abrazar. Lloraba. Yo nunca había visto llorar así a un adulto. Apenas emitía sonidos ininteligibles  Solo entendía algo "A ella no...." Mi tía se esforzó en sonreír y darme un beso. Lo que me ilumina, cuando a veces dudo, es ese beso, lo que me ilumina es la fuerza de mi tía, aún en un momento en el que parecía frágil y perdida, lo había logrado. Porque me ofreció el ejemplo de quién lucha por romper el destino cerrado, por convertir los círculos en espirales y remolinos vivos, que, en lugar de encerrarse eternamente en torno a un centro inmóvil, puedan abrirse hacia futuros insospechados, hacia vidas nuevas que amanezcan en cada gesto. Y ese valor solo puede salir de la rebelión, de perderle miedo al miedo. De descubrir que tras la noche del valor, llega el amanecer de una nueva vida.

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