miércoles, 23 de noviembre de 2016

Pertenencia

Mis pasos acelerados arrancan notas acompasadas al suelo de adoquines. La melodía de cada noche, la que ejecuto durante el camino que separa la parada del autobús de mi casa. Doscientos metros. Una distancia corta que me es agradablemente familiar durante el día pero que, ante la ausencia de luz, se convierte en un espacio de supervivencia que dispara mi adrenalina. Siempre el mismo ritual. Una mano buscando las llaves, la otra asiendo el móvil. Siempre pendiente de cualquier sonido que no sea el de mis pasos. Siempre componiendo la misma canción que me grita que hay quien piensa que mi cuerpo no es mío y que la calle no me pertenece.

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