miércoles, 11 de noviembre de 2015

Restauración

Percibía su antebrazo como si le pesara más de lo normal. Intentó moverlo, pero no pudo. Era como si algo o alguien tirara de su extremidad y amenazara con desmembrársela. Sin embargo, no sentía dolor alguno. Y entonces….el brazo cayó al suelo y luego el otro. Después fue el pie y, mientras el terror la inmovilizaba, todo su cuerpo se deshizo en pedazos y quedó en el suelo como un inmenso puzle. Entonces despertó. A su lado él dormía. Como de costumbre, tenía el bate de béisbol apoyado en la mesilla de noche.
Se levantó sigilosa. Cogió en brazos a su pequeño de sonrisa extraviada
-¡Nos vamos, hijo!, susurró. Ha llegado el momento de recomponer las piezas.

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